sábado, 20 de diciembre de 2014

Ritmo y Cenizas

Esos ritmos nocturnos. El golpeteo de la lluvia sobre los cristales y aceras. Los neumáticos dejando ondas espumosas que repetitivamente se agolpan en los muros. ¿Los recuerdas? Era el himno nocturno sobre el cual solíamos jugar a que poseíamos la noche. Nos sentíamos libres, afortunados y felices; como nuevos, bajo la luna que adornaba nuestros rostros y bajo nuestras miradas que no querían reposo.

Nos entregábamos al estupor de los juegos de sombras, nos reíamos de las palomillas buscando sin remedio tomar para sí la media luz de un sol artificial colgado en un poste en el jardín.

Nos hacíamos polvo, si cariño, polvo extraviado, lejos de su origen - si es que éste tuviese uno en común - polvo sin nombre, sin olor, sin sueño.

Y queda viva en mí - reverberante, fuerte, cálida- la eterna danza tamborileante de las llamas que apagamos una a una en cada templo que pisamos, cada hogar que visitamos, cada corazón que tocamos. Sin estación, sin Dios del Tiempo, sin -inocentemente- nada. ¿Lo recuerdas tú, lo recuerdas?


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