sábado, 25 de febrero de 2012

Agua.


No, no estaba lloviendo, sólo era mi imaginación. En mi mente fluía el agua con ganas.

Parecía que me iba a morir. Sólo estaba esperando la hora de cerrar los ojos. No quería que se me quedaran abiertos como suelen decir todos que pasa, se ve horrible, pareciera que son una cascara.

¿Alguien habrá muerto por imaginar?

Pues estaba a punto de averiguarlo, por que no me dejaba en paz ese pensamiento. Estaba atrapado.

Veía por la ventana y llovía. Caminé por un pasillo iluminado y frío, a cada paso que daba había más agua inundando el lugar. Todos los sonidos eran agua corriendo a diferente velocidad.

Me hice un espacio mental donde no me tocaran los borbotones de agua, y me puse a reflexionar que era lo que la atraía. Vinieron a mi mente escenas congeladas de lo que había sido mi día anterior. Estaba yo en un café. Contemplé la taza hasta que se enfrió. Me levanté de allí y me fui. En otra imagen estaba yo camino a algún lugar y había mucha gente. En la siguiente, estaba tocando una puerta. Y por fin, en la ultima escena de todas, Estaba ella.

Mis pupilas se dilataron. Vi en el agua mi rostro con una mueca de dolor.

Era ella. Había pasado algo. ¿Qué podría haber sido? Tal vez me había abandonado, se había olvidado de mí, había sufrido una traición, o simplemente me había rechazado. Por eso llovía, no era lluvia. Eran unas horribles lágrimas. Y me iba a ahogar pronto.

Desesperado, tratando de librarme de la muerte comencé a gritar. Maldecía el agua y a Ella. Ahora estaba en un delirio del delirio. De pronto una fuerza me inmovilizó. Tenía que seguir moviendo los brazos, de otra manera, me hundiría. Sentí un golpe en el estómago y un pinchazo y…

-Doctor! Hemos sedado al nuevo paciente. Señora, ha tomado la mejor decisión.