Adiós a la cordura que exhala su último aliento a las dos de la mañana y se disuelve irremediablemente en el aire. Se retira deshilachado en fibras.
Explosión de alivio agazapado, tambaleo rítmico, respiraciones que vivo.
Todos los pétalos que soy; auto proclamados tonales, crecientes, resonantes, están enamorados -perfumados- de las dos de la mañana.
Mi virtud es la ceguera. La maravillosa ceguera que me permite incrustarme en todo el cuerpo la visión de las horas auténticas, breves, inconsolables.